ENTRE RISAS, REGUETÓN, ARROZ,
MENESTRA Y PLAYA……Y MI CHECK LIST……..
Hace como un mes atrás, llegó mi hijo a casa, luego de
alguna reunión con sus compañeros y me
pidió que me siente un momento en la cocina, (es el sitio preferido para la
tertulia o los momentos importantes), pues teníamos que hablar, me dijo; por la
expresión de su cara, sabía que tenía que decirme algo relevante; quizás alguna
propuesta indecente, como diría mi abuelita.
“Mamita, has sido tú la escogida, pero ya…..suben los
pasajes…compra ya”. “A qué se refiere
joven”, le contesté; “hemos planificado un viaje con mis amigos a la playa, y
tú nos vas a acompañar”. El tono de su
voz denotaba, antes que propuesta, una
directriz para la cual, no había vuelva luego.
“Cómo, cuándo, a dónde, con quién, mijo”, le contesté.
“Nos vamos a Casa Blanca, está todo coordinado, tú sólo nos acompañas y
listo”. Cómo? Por avión, cuándo? En
carnaval, A dónde? A Esmeraldas, Con quienes? Con los 8 amigos adolescentes
de mi hijo.
Sonó interesante:
el ruido del mar, el olor a sal,
la arena pegada a mi piel, un ceviche playero con cerveza, una piscina, la
tranquilidad y paz del ambiente, en fin.
El programa se presentaba atractivo para mí. Entonces, también se me vino a la mente: 8
jóvenes varones adolescentes, reguetón a todo volumen, cervecitas van y vienen
pero que a mí no llegan; alguna que otra mala palabra, algo de desorden quizás,
alguna pasadita de copas por ahí, mirar el reloj y ver que no llegan al “hogar
temporal”, tantas cosas. “No lo sé mijo, tal vez no sea una buena
idea”.
Ni bien pasaron los días, un sábado me vi embarcada en
un avión rumbo a Esmeraldas con 8 chicos de 17 y 18 años, alegres, bulliciosos,
repletos de energía, que cantaban, a ratos gritaban, se empujaban unos a otros,
y no paraban de reír y molestarse entre sí.
Una compañera de asiento en el avión, me hacía la conversa, y entre tema
y tema, me dijo, “sí que es usted valiente….8 chicos…mmmmm”. No sé que me quiso decir, o mejor yo me hacía
la loca. Ahora es cuando, pensé…… veamos cómo nos va.
Llegamos a la playa, los chicos se acicalaron
(parecería que solo las mujeres lo hacemos), se pusieron guapos y salieron
rumbo a la conquista, ….a la conquista de las olas….no pensemos mal…..
Por mi parte, pretendía pasar casi desapercibida, no
vaya a resultar un estorbo para las intenciones de pasarla plenazo de los
jóvenes. Que va…. Ellos tan simpáticos a
ratos me llamaban, para que les acompañe a servirse “una copita”, una que otra
más bien diría. En todo caso, contrario
a cualquier predicción, nunca vi perder el control a ninguno.
Una noche, de aquellas en las cuales en Casa Blanca
alguien (nunca sabré quien), organiza fiestas para Raimundo y todo el mundo,
para Clemente y la bola de gente, para osea…whatever y whoever, los chicos
decidieron ir a la farra; de hecho, el tema no era negociable, no podía haber
paseo de carnaval sin su fiesta.
Comencé a ver, como uno a uno, casi en fila se
instalaban en los dos baños del departamento, se peleaban por las duchas, “ya
loco, como te demoras déjame entrar”, “ya pues, sal del baño que me toca”, “qué
será pues, media hora esperando” y así se escuchaban frases de afuera hacia
adentro, y de adentro hacia afuera. En
cuestión de segundos, ya todos estaban bañaditos y listos para el acicalamiento
correspondiente. Los espejos del
apartamento, también tenían una gran acogida y en alrededor de dos horas de
preparación, todos estaban elegantes, bien peinaditos (osea despeinados a propósito),
perfumaditos, y dispuestos a salir a la rumba.
Yo, muy afanosa, les tenía su merienda lista. “Vayan comiendo chicos por cualquier cosa, y
recuerden ponerse protector solar”, casi
al unísono y con una cara de espanto, me regresaron a ver diciendo quéeeee?
Perdón, perdón, respondí, no quise decir protector, sino repelente, repelente
criaturas del señor. Ahora está de moda
el zica, la chicongulla, el dengue, el merengue y el tengue…. A yaaaaa, me
contestaron.
En menos de 5
minutos, el apartamento quedó a solas, apenas se escuchaban las risas y gritos juveniles que
iban desapareciendo conforme se alejaban.
Regresé a mi cuarto y me puse a rezar “Diosito, que les vaya bien, que
no me los asalten, que no tomen, que se mantengan juntitos, que no me les
coqueteen por ahí, que no se metan al mar, que no les piquen los mosquitos, peor
las mosquitas; que regresen temprano, que les den alguito sabroso de comer, que
no les vaya a llover, que regresen sobrios”, en fin, rezando y rezando, me puse
luego a leer mi novela. Puse el despertador
a las 02h30, para estar alerta, pensando que sería una excelente hora para su
regreso, y que yo debía estar pilas, por cualquier cosa y procedí a dormir un
poco. Cuando eran las 01h37, vi mi reloj y se
escuchaban las risas y los gritos juveniles de quienes estaban de regreso. “Gracias mi Dios, escuchaste mis oraciones,
te debo una” exclamé. Cuando entraron al
apartamento, me levanté, y sin salir de mi cuarto, pegué el oído a la puerta,
para identificar a mis 8 guaguas y que no se haya quedado ningunito por
ahí. Uno a uno, fui poniendo en mi check list mental y me faltaban dos, mi
hijo y uno de sus amigos, casi me muero, pegaba cual ventosa más y más mi oreja
a la puerta y nada…. Todos hablaban, se reían, se molestaban entre sí, y yo seguía con mi check list y mi hijo ni
señal. guambra de miércoles, me decía en mis
adentros, que hable, que se ría, que
opine, que critique, que murmure, que grite, que diga algo por Dios…..nada…..ya
iba a salir del cuarto, cuando escuché una ligera sonrisita que provenía de mi
muchachito…..ayyyy Dios eres grande me dije, están todos completitos, y el alma
me regresó al cuerpo. Ese fue uno de
los episodios que viví en mi simpática convivencia de 4 días con los amigos de
mi hijo.
En la medida de las circunstancias y conforme con su
edad, los jóvenes se portaron bien, diría que muy bien. En el chat que celosamente, teníamos con las
mamás, de vez en cuando, les informaba sobre el buen comportamiento de los
chicos. En una noche, les dije, “chicos,
toca enviar una fotito a sus madres, para que estén tranquilas, a ver….. a
posar”, ellos muy juiciosos juntaron las manos y en posición de oración,
esperaron el click de la fotografía. “listo,
ahora envío la fotito”, les dije, y la bulla nuevamente se encendió, entre
risas, gritos, reguetón, arroz, menestra, patacones, atún, pescado, repelente y
mucho, pero mucho humor, como condimento
a ratos, alguna que otra mala palabra.
Regresamos contentos, felices del paseo, y yo con
el alma renovada, y salpicada de juventud y energía.
historias de madres de adolescentes, toda una aventura que hace que cada día salga de lo rutinario.
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