viernes, 24 de octubre de 2014
TODO LISTO MIJO, NOS VAMOS A VERLE AL ARMIN....PARA CHULLA VIDA!!!
TODO LISTO, NOS VAMOS MIJO PARA VERLE AL ARMIN...... PARA CHULLA VIDA!
Mi muchachito me dijo un día: "Mamita, iraste preparando porque viene el MEJOR".
Entonces comencé a alistarme, escuchando canciones, aprendiéndome las letras, pues una madre que se respeta de adolescente, debe estar a la altura de las circunstancias.
Alisté mis zapatos cómodos, mi traje de "luces", troté una semana para ganar estado físico. Todo listo, me dije!. Vamos al Armin.....
Antes de una semana, llega mi hijo y me dice nuevamente: "Mamita, hemos tomado la decisión con mis amigos, de ir a VIP"; "perfecto" le dije, "vamos a VIP". "¿cómo cuánto cuesta?" le pregunté; me respondió: "es muy poco, está barato, casi nada, valdrá la pena, la ocasión lo amerita, es sólo una vez", etc. etc. "¿Cuánto cuesta?", le volví a preguntar. Me volvió a responder: "Un poquito más que lo normal, apenas una diferencia con el más barato, como tu dices, mamita, -para la chulla vida de uno-", palabras célebres pensé. Volví a preguntar ya en un tono más alto: "¿CUANTO?".... se sentó, me miró a los ojos, me tomó la mano y me respondió con voz suave y dulce, casi bajando el tono normal de sus palabras, "sólo doscientos dólares mamita". "Chispas, rayos y centellas, y quien va a pagar eso?". "Tú mamita, pero ya no cabemos los dos, salvo que quieras gastarte US$400,00, ma...valdrá la pena, vamos..... vamos, vamos con mis amigos, el sami, el guanta, el uanda"...(suele poner apodos al mundo entero).
Fue ahí cuando tomé la decisión de no ir; guardar los zapatos, ponerme chanclas, colgar el traje de "luces" y ponerme a ver el YouTube, para seguir estando a la "altura de las circunstancias", y luego no quedar mal con mi muchacho y los compas. Aquella noche, mientras mi hijo saltaba y bailaba como perinola, en la Cemexpo, con el brazo en alto, con la sonrisa de oreja a oreja, danzando como quinceañero mismo, al ritmo sensacional y luces sicodélicas y majestuosas de ARMIN, me puse a soñar un poco en los BeeGees, Kool & the Gang., Fletwoodmac y Los Principes de Ecuador.
Cuando regresó, corrí a saludarle y le pregunté, "Cómo estuvo mijo? qué tal el Armin?", "mamita, espectacular, solamente te digo...espectacular, el mejor". Fui a dormir y pensé:
mi hijo adolescente, también es el mejor. Se salió con la suya, aun cuando sin mi compañía en los momentos "críticos", como Armin. Sigo esperando el reembolso de los 50 dolaritos negociados, y el otro por parte de mi esposo. Bien le respondí, PARA CHULLA VIDA!
ASTRO, EN EL CIELO DE LOS PERROS. KITTY ADOPTADA, LA MEJOR DECISION. AMIGOS POR SIEMPRE!!!!
FUE
LA MEJOR DECISIÓN, PARA ELLA NO HABRÁ NADIE MEJOR, NI MÁS QUERIDO QUE NOSOTROS
Un sábado
de octubre de hace un año atrás, como a eso de las 8h30 de la mañana, entré a su cuarto, y parecía que se había
quedado nuevamente dormido.
Me acerqué con el deseo de
depositar un beso en su frente, pero no quise despertarlo. Note entonces, que una lágrima corría por su
mejilla. “Está despierto, lo sé, no se
me haga el dormido”, le dije. Abrió uno
de sus ojos y me quedó mirando, volvió a
acomodarse y se tapó el rostro con la cobija.
“Sé que está despierto”, insistí.
“¿qué pasa?” pregunté. “Mamita,
él era como mi hermano, en las tardes, cuando regresaba del colegio,
encontrándome sólo en casa, él se acercaba, se acurrucaba a mi lado, y luego,
hasta que ustedes lleguen, algunas veces algo tarde, él era mi compañero. Cuantas historias le conté, cuántas anécdotas
las viví con él, la soledad y el silencio de la casa, se inundaban de ruido,
con nuestras conversaciones; él no necesitaba hablar, yo sabía que todo lo que
le decía, me entendía, y más que eso, él me comprendía. A veces, me sentía frustrado, otras contento por algo, otras triste; tantas
cosas, las vivimos juntos. Con sólo
mirarme, él alegraba mis días, a veces algo nublados. Cuando llegó a casa, yo tenía apenas 3 años,
y crecimos y maduramos juntos. Él lo
hizo más pronto, mucho más rápido de lo que yo me hubiese imaginado. El tiempo voló y apenas me di cuenta; sólo lo hice cuando el doctor anunció, que mi
“hermanito”, se había vuelto viejo. Que
los años, habían dejado una huella dañina en su cuerpo, y que se encontraba
enfermo, con muy pocas probabilidades de que siga presente a nuestro lado. Nunca comprendí del todo, lo que me quiso
decir, o quizás, no lo quise hacer.
Llegó el momento, mamita, y lo dejamos partir. ¿Por qué los seres queridos nos dejan?. Será que ahora, mi hermano está junto a
quienes, también nos dejaron en algún momento?.
Es duro, me hace una falta inmensa, él era el Astro de mis días de
soledad, y ésta se disipaba, cuando salía a recibirme, moviendo su cola,
tirando sus orejas hacia atrás, y lamiendo mi
mano, como un beso de saludo en cada encuentro. Ya no está, y me duele su ausencia, eso es
todo. Quiero dormir un poco más, cierra
la puerta”.
Eran las 10h30, alguien
anunció “Están en el Centro Comercial, lo hacen cada primer domingo de mes, se
instalan con esas criaturas maravillosas, que se encuentran a la espera de que
alguna mano bondadosa, pose sobre ellos una caricia, quizás ese halago que por mucho tiempo, tal vez años, han estado
esperando y, sobretodo, la oportunidad de volverse parte de un nuevo hogar. Ellos están por allá, con la esperanza de
rehacer su vida, de encontrar a sus verdaderos hermanos y padres; aquellos quienes, en su destino, están también
esperando ser rescatados de la soledad, de la tristeza o de la simple e
indiferente rutina”.
Entré a su cuarto, “vamos, a
levantarse que tenemos que salir volando, antes de que ellos se vayan. Esta es nuestra oportunidad y también lo es
para un ser especial, que ahora mismo está esperando por nosotros”, le señalé. “A dónde me llevas mamita, me respondió”. “usted no pregunte, sólo vístase y me
acompaña”, le contesté. Nos alistamos
todos, nos pusimos en “buena pinta”, y como si fuésemos a un evento muy
esperado, y con gran expectativa, nos enrumbamos en familia a un viaje en auto,
muy corto, hacia aquel centro comercial, en el cual, sabíamos que nos esperaban
sin saberlo, ellos.
Llegamos, el cuadro era muy
tierno, a la vez alegre, al mismo tiempo triste. Cuantos de ellos fueron abandonados, cuantos
de aquellos, habrán deambulado por las calles buscando un pan, un poco de agua,
a cuantos los habrán pateado y mal tratado.
Todos se merecían una oportunidad.
Sólo uno, habría de robarse nuestro corazón.
Mi hijo se arrimó a una
camioneta, y miraba con atención a unos pequeños cachorros, mientras a su
costado, una perrita de mediana estatura, levantaba su pata derecha y comenzaba
con ella a acariciar la pierna de mi
hijo. Éste, aún no se percataba del suceso, cuando al sentir el roce insistente
de una patita, se agachó, acarició la cabeza de la perrita, ya no era un
cachorro, y por no serlo, mucha gente se negaba cada domingo a llevársela
consigo, aduciendo que siempre será mejor, nos decían, el llevarse a un
pequeño, al cual se lo pueda educar. Nos comentaron que cada domingo era igual
al anterior con ella. La gente la veía,
la saludaba, pero siempre terminaban llevándose, si había suerte, a los más
pequeños.
Mi corazón latió más fuerte
y una inmensa emoción me recorrió el alma, la miré, ella también lo hizo. Sus orejitas hacia atrás, y sus ojos casi
suplicantes, me dijeron que ella sería la escogida. Sin pronunciar palabra alguna, miré a mi
hijo, él con los ojos iluminados, repletos de esperanza, observaba cada
movimiento de la perrita. “la quiero a
ésta, ella me saludo y con sus ojos me
dice que será nuestra, para siempre”.
“’Seguro?”, le pregunté, esperando que su respuesta fuera
afirmativa. Miré a mi esposo, él no
dejaba de ver a la perrita. “¿Están
seguros?”, volví a preguntar. “Completamente mamita”, respondió mi hijo. “como se llama?”, pregunté, “le pusimos de
nombre Kity”, la encontramos en la calle, con sus cachorros en la vereda, una
fría noche de Quito. Ellos ya fueron a dar
a otros hogares, no fue difícil. Kity
sufrió un poco, pero ahora, ella está lista para ser adoptada” contestó una
señorita. Que era “toda una dama”, nos
dijeron, “jamás se arrepentirán de haberle dado una oportunidad”. La perrita nos miraba algo asustada, temerosa,
de rato en rato, movía su colita, como
señal de afirmación y confirmación de lo que aquella señorita nos iba
comentando. “Perfecto”, le contestamos, “nos
la llevamos”.
A la semana siguiente de
haberla adoptado, la llevamos a una peluquería.
Recuerdo como ella se resistía a subirse al auto, no quería salir de
casa, peor entrar a aquella peluquería.
Era como si asumiera que la íbamos a devolver a su albergue, anterior
hogar para ella, o quien sabe, hasta pensaría en que la íbamos a
abandonar.
Cuando la fuimos a retirar,
ya acicalada y guapa, su emoción era gigante.
Llegó a casa y corría de un lado a otro, como reconociendo el terreno,
que desde entonces, ella presumiría, sería solo suyo.
Desde entonces, ha pasado un
año. Kity es la alegría del hogar, la
compañera de un perro más viejo que tenemos desde hace casi 10 años, y a quien
Kity mostró total respeto desde su llegada, pese a que el “viejito”, es mucho
más pequeño. Ella nos alegra los días,
junto a Lucas, nuestro perro viejo. Se
acomoda a la entrada de la puerta de vidrio, en el espacio de la cocina en el
cual, solemos desayunar. Ella es cariñosa, alegre, educada, respetuosa, no en
vano, aquella persona del albergue, nos
decía que es toda una “dama”.
Qué maravillosa experiencia
para todos; para mi hijo, sin olvidar a
su “hermanito Astro”, así se llamaba nuestro “Golden retriever” de 11 años, que partió al cielo de los perros, fue un enorme consuelo. Juega y conversa con ella, le acaricia y
halaga, yo le llamo a ratos “dama”, pues cruza las patas, cuando se sienta a
nuestro costado, con una elegancia, que ni la mejor de las perritas con pedigrí
y chip de identidad de la “alta alcurnia” canina, podría demostrar.
Somos felices con ella. Cada vez que la veo correr desde el jardín, hasta
la puerta de vidrio, acompañada de nuestro “viejito”, le saludamos, le
dirigimos la palabra; ella nos mira, mueve su cola, le brillan los ojos y
sabemos a ciencia cierta, muy cierta, que para ella, no habrá nadie mejor, ni
más querido que nosotros. Definitivamente,
fue la mejor decisión!.
NUESTRA PRECIOSA KITTY, ADOPTADA
(aunque lleve nombre de gato, así llegó a nuestras vidas!)
Nuestro adorado y dorado ASTRO, que en paz descanse en
el Cielo de los Perros!
sábado, 4 de octubre de 2014
EL ÉXITO DE TU CINTA CINEMATOGRÁFICA, DEPENDE DE TI
¿QUÉ ES EL ÉXITO PARA TI?
Todo depende del concepto
que tú tengas de lo que es el éxito.
Esto es relativo, quizás para una persona será tener mucho dinero; para
otra, hacer el viaje de sus sueños; habrá quienes definen el éxito, como la paz
interior y la satisfacción que sienten
cuando ayudan y sirven a los demás, tal vez desde un proyecto de misión
que aporte al mundo con algo positivo.
Todo, insisto, es relativo. De
todas maneras, podríamos conceptuar al éxito, como el escenario en el cual,
logras los resultados anhelados, esperados y por los cuales, hiciste un
esfuerzo. No importa cuál es tu
definición de éxito, el lograrlo reside en cuan preparado estás para EMPRENDER
el viaje hacia la consecución de tus objetivos, y a través de ellos, a la
conquista de tus sueños.
Nos cuesta mucho EMPRENDER
algo, el miedo natural a correr un riesgo, nos paraliza a ratos. El temor que aparece, cuando nos vemos en el
riesgo de salirnos de nuestra zona de confort, también nos desanima. Ánimo, viene de la palabra ánima, que
significa alma.
A veces, nos hace falta
imprimirle algo de alma a lo que hacemos, la ausencia de pasión nos detiene y
nos vamos quedando en esa zona en la cual, nos sentimos más cómodos, pues no
hay mucho esfuerzo por realizar, y cada día se parece al anterior, y así
transcurre la vida, sin una motivación que inunde nuestras células y nos diga que podemos llegar a hacer mucho
más, con esos minutos que tenemos cada día, y que nos han entregado de la
manera más democrática, pues no hay ser vivo ni humano sobre la Tierra, que
cuente con un segundo, minuto u hora adicional, para hacer lo que quiera hacer
con su tiempo.
Todos tenemos 24 horas al día, y cada quien lo
utiliza como le guste.
Los resultados de cada
persona dependerán de cómo se emplee ese tiempo.
¿Qué pasa sino administramos bien nuestro recurso, llamado tiempo?
Ese echarse en la cama, con
la mirada clavada en el techo blanco, será el escenario, por el cual desfilarán
todas las tareas pendientes o las
actividades postergadas, o los contactos no efectuados, y no sólo a nivel de tu
trabajo, negocio, profesión, sino también de aquellas actividades que quedaron
por ahí, tiradas en el piso del postergamiento, por la tonta excusa de que no
te quedó tiempo. Tal vez esa visita o
llamada que debías hacerla hace tiempo, para recuperar una relación que quedó
rota; tantas cosas que se van acumulando en una montaña de chatarra oxidada que
luego se convierte en el generador de fantasmas que te recuerdan que tienes
tantas cosas postergadas y que se vuelven toda una carga a la hora de avanzar
con tu vida por el trayecto escogido.
Es la indiferencia que provoca,
la ausencia de un plan de vida, que te lleva a actuar en el día a día, como
actuaste en el día anterior y que se convierte en un eslabón más de una cadena
de cosas que las haces a diario, pero que no representan un verdadero logro
trascendental del paso que tu vida, debe dejar como huella en la humanidad,
especialmente, en tú humanidad y en la de los tuyos.
Hagamos un breve ejercicio
mental, nos podemos dar el lujo de hacerlo en este momento. Estamos a tiempo de rehacer cosas, tomar
decisiones, cambiar aquello que quisiéramos modificar.
TU CINTA CINEMATOGRÁFICA.....
Tienes 85 años de vida. Estás sentado en el umbral de tu casa; en una
mecedora mirando el horizonte que tienes al frente y de pronto, llega alguien
quien te entrega un paquete.
Lo abres, desempacas
cuidadosamente y te topas con un CD (qué será en aquel entonces cuando tengas
85 años con la tecnología?) te levantas,
vas hacia el estudio de tu casa, colocas el cd en la compu, lo proyectas en una
pantalla grande, muy grande, una pantalla de cine, cuyo principal y único espectador,
eres tú.
Con letras muy grandes,
aparece tu nombre completo, con música de fondo. Te preparas para ver la
biografía que alguien escribió de ti, tiempo atrás. Te acomodas, y te prestas para ver toda una
película.
Comienzan a pasar tus
primeros años, de niño, ¿cómo fue tu infancia?, tus primeras palabras, tus
primeros pasos?, ¿A quiénes les dedicaste?, ¿Quién estuvo a tu lado?, ¿Quién te
levantó de tu primera caída?.
Avanzamos…. Sigue tu etapa
de escuela, el primer día de clases, tus primeros profesores, tus recreos, tus
compañeros, tu “libreta” de calificaciones, tus primeros “bomberos” (así los
llamábamos en mi generación, pues las malas notas o “ceros”, se los escribía en
rojo”. Tus primeras victorias, los
concursos en los cuales participaste; el libro leído, el concurso de redacción,
los deportes, ¿lo recuerdas?. El
cumpleaños que te armaron tus padres aquella vez, en la cual, tu abuelita se pegó el
discurso que te reivindicaba de cualquier travesura cometida y que les decía a
todos, que eras muy, pero muy especial.
El baile con la tía soltera que nadie lo sabía, pero que dentro de sí,
vivía un cúmulo de mucha soledad. El
primer paseo con tus compañeros, cuando terminabas la primaria y te sentías ya
grande, listo para conquistar el mundo de los chicos adolescentes.
Luego vino la secundaria,
una mezcla de sentimientos, el no querer dejar de ser niño y a la vez, el
desear ingresar al mundo de los chicos y
chicas mayores; con sus “pintas locas”; el comenzar a usar gafas, aún en las noches más obscuras;
los partidos en equipo, defendiendo el nombre de tu colegio, cuando ustedes se
coronaron campeones; ¿recuerdas la ONU? Cuando
participaste y sentías que el mundo de la política era solo tuyo; cuando te
parabas en el escenario y te pegabas los discursos alentando a tus compañeros a
convertirse en la generación que cambiaría el trayecto del universo
humano.
Quizás, te dieron alguna
mención o fuiste elegido como el mejor delegado de la ONU en el colegio
aquel. Te ves recibiendo alguna medalla o diploma, te mencionan como un ganador.
Aparecen tus primeras
emociones, cuando conociste al compañero o compañera de banca. Cuando un roce
de manos, por “accidente”, te indicaba
que había algo más que una simple amistad.
¿Recuerdas tu primer beso?, aún eras muy niño entonces.
Las fiestas en las cuales,
bailabas sin descanso, hasta cuando
tocaban esa melodía que les decía que la reunión estaba a punto de
terminar. Aparece tu primer novio, o tu
primera novia, cuánta ilusión y responsabilidad sentías cuando lo tomabas de la
mano y creías que su bienestar dependía de lo que tú hicieras. Asoman también las primeras decepciones y el
dolor, que no lo comentabas con nadie, pues creías que era un tema de débiles
el hacerlo. Cuántas vivencias en aquel
entonces. No tenías mayores temores, y
eras mucho más lanzado a la aventura, que luego, cuando los constantes No’s de los mayores, te
detenían en tu afán de conquistar el mundo.
La película continúa y cada
vez se va poniendo más interesante. Te
reincorporas en el asiento, clavas la mirada en la pantalla y con el cuerpo un
poco más erguido hacia adelante, continúas mirando lo que acontece en tu vida.
El tiempo en la pantalla
vuela, cada minuto que pasa de película, te va diciendo todo lo que hiciste en
esa maravillosa aventura llamada vida.
Sales del colegio,
comienzas la universidad. Tienes nuevos compañeros, nuevas victorias, nuevos triunfos,
muchas derrotas; tal vez más frustraciones de las que te habías imaginado. Fracasos, que más que eso, solamente, te das
cuenta ahora, que fueron apenas los resultados de malas decisiones tuyas o de
alguien más. Cuando dolor en tu corazón
aparece, cuando vuelves a mirar los malos momentos por los que pasaste; cuando te engañaron o
traicionaron tu confianza; quizás algún
anillo de matrimonio quedó por ahí tirado; alguna palabra lanzada como piedra
que tú pronunciaste u otros lo hicieron contigo, que ya no se podrá recoger nunca más. A lo lejos, se ve un pedazo de madera, con dardos clavados, que
por el tiempo van cayendo al piso, van saliendo poco a poco, pero a la fina, van dejando huecos que no se pueden
corregir ni tapar. Tienes un nudo en la
garganta y un deseo muy grande de llorar.
Seguimos.....Tu primer trabajo, las metas
y objetivos que te imponían, no eran precisamente los tuyos, pero tenías que
adaptarte a ellas, y hacerlas también propios.
Aparece la competencia imparable de un mundo, que te decía en aquel
entonces, que los rápidos son mejores que los grandes; que sin mayor fundamento te dicen que mientras más títulos
tengas, los resultados del éxito que buscas serán mejores.
Acumulaste tantos cartones,
que cuando los quisiste aplicar, fue tan poco el tiempo que te quedó, pues el
estudio fue casi permanente, le dedicaste más tiempo que aquel que te quedó para vivir el
resultado de tus resultados.
Tus jefes,
a quienes tú creías, eran tus líderes, no te dieron mayor chance; llegaste a
cierta edad, que te convertiste en el mayor de aquel departamento o empresa, que apenas te abrió la
puerta para respirar un aire de logros muy
pasajero; muy pronto te convertiste en el más "madurito" o mayor de todos, o al menos, así lo creían tus jefes, ahora muy jóvenes por cierto. Muchos
jóvenes entraban y salían de la empresa, por propia decisión o porque alguien consideraba que no daban los resultados esperados. Sucede también que nadie quería quedarse de largo, no con la pasión que
sentían los de tu generación; apenas
unos meses o años, y querían otro y otro cartón, cuando les tocaba aplicar, ya
el retrovisor, señalaba el avance de los siguientes. Fue duro para ti, pero parte sustancial de tu
viaje.
En el fondo vuelve a
aparecer la montaña de chatarra, aquella de las cosas que nunca pudiste hacer
por falta de tiempo. Van desfilando una
a una, todas como latas oxidadas, pues estuvieron ahí, esperando ser rescatadas
y limpiadas de todo ese moho que se
formó por haberlas dejado abandonadas por tantos años. Esa montaña en la cual están arrumados tus arrepentimientos por aquello que dejaste de hacer. Ahora que te ves en pantalla, te preguntas, ¿por qué nunca lo hice?.
Esas latas están ahí, en la
montaña de chatarra, que aparece en tu película de rato en rato.
De pronto, aparece mucha
gente, personas quienes te acompañaron en algún momento de tu existencia; entre ellos tus padres, quienes ahora, quizás desde otra dimensión, te extienden sus brazos, para recibir un abrazo, pues de estos, faltaron muchos. Vuelves a ver a muchas personas más. Unas te quisieron mucho,
fueron muy importantes en tu vida, te dieron momentos de inmensa felicidad. Cerca, muy cerca se escucha el llanto de un bebé, puede ser tu
hijo o hijos, ahora están naciendo. Te ves
abrazándolos y agradeciendo a Dios por este maravilloso regalo. Sabes que ellos te acompañarán por un tiempo,
apenas son prestados y llegará el tempo en el cual, montarán vuelo y partirán de
tu lado. Sigue la historia, tus hijos se
van, no están más contigo; uno a uno remonta el vuelo.
O quien sabe, podría ser que
en esa película, no existan hijos, pero si otros seres queridos que llenaron de
alegría tu mundo, que te brindaron muchos momentos de felicidad y que están ahí, en tu camino
por algún motivo.
También hay quienes te
hicieron daño, por algún motivo que desconoces, pero que el destino definió
que sean parte de tu vida; a lo mejor, necesitabas de alguna lección por
aprender y esas personas tenían que estar ahí, precisamente en el momento
oportuno. Hasta ese ser que se convirtió
en la "piedra en el zapato", tenía que estar presente, por alguna razón, nada es
al azar, nada en este mundo es el resultado de la mera coincidencia. Cuantas de esas personas,
ahora que estás sentado mirando la pantalla grande, ya no están en tu "ahora".
Así como llegaron, se fueron, como pasajeros de un vuelo que debía aligerarse, para permitir que el viaje transcurra de manera más liviano.
Sigue la película…..
En otro
escenario se percibe gente que habla de
ti, pues es entrevistada. Expresan lo que sienten por ti, cuentan tus
anécdotas, mencionan tus conquistas, detallan tus virtudes, cualidades, destrezas y habilidades. Algunas
se ríen de tus chistes y “metidas de patas”; también hay quienes hablan de tus defectos,
de tus errores, grandes y pequeños, pero que están presentes también en tu
camino. En definitiva, toda entrevista
conversación o diálogo, circunda alrededor del protagonista de la película.…..quien más que tú.
De la nada, aparece la
revista TIME, una de las que mayor circulación en el mundo. Tú estás en la portada, con una amplia
sonrisa, con mirada segura, con la frente en alto, con la prestancia y garbo de
quien supo y pudo cumplir sus sueños.
¿Qué publican de ti?, ¿Cómo te describen?. ¿Qué hiciste en tu vida, para merecer estar
en la portada de aquella revista?. En
resumen, ¿qué quisieras que digan de ti?.
Llega la vejez, lo cual no
es malo. Has vivido mucho o poco, pero
has vivido al fin, la historia de la persona más importante de todo el Universo. Tienes un cúmulo de historias por contar,
muchas otras todavía por vivir.
Cuentas con experiencia y muchos conocimientos, unos aprendidos dentro de un
aula, pero los más relevantes, aprendidos en la espectacular universidad de
la vida. Ahora eres sabio.
Mientras sigues mirando,
tienes una mezcla de sentimientos. Cuán
rápido pasó todo, casi en un abrir y cerrar de ojos, y no te diste ni
cuenta. Las canas en tu cabello, te
dicen que se perdió el color de la juventud; esas arrugas en tu rostro, te
señalan que en cada una de ellas, yace una historia de risas o de llantos, que
provocaron una huella. Tu andar pausado
te recuerda que tus pasos, muchas veces, fueron tan veloces que perdiste la
noción de que tu cuerpo necesitaba de un poco de ayuda. Todo pasa y todo queda; pasó la aventura y
quedó toda una historia, que va transcurriendo poco a poco, a través de tu
pantalla grande.
Ahora viene el final de la
película. No es trágica por cierto, es
realista más bien. Aparece una lápida,
sin nombre y con los datos de los años vividos.
¿Qué es lo más importante de esa cortísima información?, ¿los años?,
No. ¿tu nombre? No. ¿El color del mármol? No, ¿su ubicación?
No. Lo más importante de esa lápida es
la pequeña rayita que separan el año en el cual naciste y aquel en el cual
partiste. Esa rayita que representa el
camino que seguiste, la aventura vivida, el paso de tu existencia en la vida de
los demás; esa rayita que te dice, lo que tú hiciste con tu vida, ¿una obra de arte acaso?, cuando naciste te entregaron un lienzo blanco, impecable en el cual, podías pintar y llenar de colores tu mundo. ¿Qué más importante puede haber, que esa
pequeña marca que casi nadie repara en verla?.
Esa rayita lo es todo.
Sigue la película…… lágrimas corren por tu rostro; te despides de tí mismo. Te tapas los ojos, no quieres ver más. Son
tantas cosas juntas, que si fueran de otra persona, hasta las disfrutarías. Resulta que en este caso, tú eres el protagonista
de esta película ganadora del premio Ocar a la mejor cinta cinematográfica. Fuiste, no sólo el centro de atención de
todos, sino el director, productor, ingeniero de sonido y luces, el
camarógrafo, el que maquilla, el que te atiende en los momentos de cansancio,
cuando el pleno y continuo rodaje te dejaba exhausto.
Tu eres todo, no hay nadie más,
para rehacer las tomas.
Ahora suena una música suave y relajante, y
aparece una pantalla totalmente en blanco y una voz te dice: ¿Te gustó?, ahora es el momento de la edición
de la cinta. ¿Qué cosas quieres que
saquemos de la película?, ¿A quiénes desearías retirar como actores
secundarios?; ¿Qué errores dejarías de cometer?, ¿Qué palabras dejarías de
utilizar?, ¿Qué victorias desearías conquistar y que las mostremos ahí?, ¿a
quiénes te gustaría incorporar en la cinta?.
¿Qué libro escribirías ahora?, ¿a quienes necesitas ayudar?, ¿A quienes
debes llamar y contactar?.
Ahora estas en el momento de
la reedición de tu cinta, el tiempo vuela y el escenario enciende sus luces,
más claras que nunca. La estrella de esta historia eres
tú. ¿Estás listo para ganar el premio Oscar
a la mejor cinta cinematográfica?.
En este segundo, se apaga la
cinta, hay un silencio total; vuelves a tu mecedora. Poco a poco vas regresando hacia atrás. Recuperas de pronto tu juventud. Aún te ves joven, leyendo este papel que llegó a tus manos, pues alguien se encargó de hacerlo; por algún motivo, una vez más, no fue por el azar,
alguien se encargó de escribir esto para ti.
Terminas la lectura, arrugas el papel, lo botas al piso.
Te levantas y corres hacia el escenario que
está listo por completo para ti. Se levanta el telón, se encienden las luces......las cámaras y comienzas a rodar la mejor de todas tus películas.
CON CARIÑO PARA QUIENES BUSCAN REHACER SUS VIDAS O LLENARLAS DE MÁS COLOR Y DE MATICES DE REALIZACIÓN PERSONAL.
MA. FERNANDA LEÓN
miércoles, 1 de octubre de 2014
A VOLAR SE HA DICHO..........AEROFOBIA
Una vez más, a "volar" se ha dicho, y no me refiero precisamente a levantar el vuelo y encaramarse hacia el logro de tus sueños, buscando grandes conquistas. No, de eso hablaremos algún día.
En esta ocasión, cuando digo "volar", me refiero a subir a lo alto del cielo, meterse entre las nubes, ver el mundo hacia abajo, muy pequeño e inalcanzable y todo esto, sujeta a un minúsculo asiento de una poderosa nave, no importa si es pequeña o grande, más conocida como avión.
Que tengo que viajar me anuncian, y la verdad, lo hago con cierta frecuencia, sea dentro o fuera del país. No niego que me gusta hacerlo, pues es la oportunidad de conocer nuevos lugares; me relaciono con otras personas y aprendo mucho de cada cosa o contacto nuevo.
El pensar en el destino final de cada viaje me agrada, mas no en el cómo llegaré al lugar deseado. Esta vez, que viajaré a Cuenca me dicen, yo esbozo una sonrisa y exclamo "está bien, perfecto". Tan pronto lo hago, siento un escalofrío en mi ombligo, que me recuerda que subiré a esa nave de acero, de puertas herméticamente cerradas, de cinturones apretados, de obediencia absoluta hacia un capitán que no conozco y que me transporta a un mundo de miedos "infundados", me dicen todos, especialmente, los entendidos en la materia.
Llego el momento, estoy en la sala de espera; paso revista a quienes serán mis compañeros de aventura. Una voz con cierta sensualidad indica "pasajeros con destino a ......favor abordar el avión por la puerta número 4". "Pasajeros con necesidades especiales........", qué ganas de decir que yo soy una de ellas, pues todos están tranquilos y yo sufriendo a morir.
Subo al avión, llego al marco de la puerta de la nave y la acaricio suavemente: "portaraste bien pájaro de lata, verás que transportas a mi vida entera", le expreso entre mis adentros. Me recibe un señor, muy elegante y encorbatado, y sin chaqueta, "Bienvenida señora", me dice con una sonrisa de oreja a oreja. "Que pasta del chico, cuanta indiferencia ante lo que se nos viene", pienso mientras le contesto con otra sonrisa.
Ansiosa busco mi asiento, verifico bien el número, no vaya a hacer que luego alguien me lo arrebate, sentándose sobre mis piernas, aduciendo que fui yo la que se equivocó, ya me pasó alguna vez.
Me acomodo e inmediatamente, aseguro mi cinturón. Van poco a poco ingresando los pasajeros y en sus ojos y gestos, detecto una enorme e insensible calma, al menos en cuanto a "volar" se refiere.
Se cierran las puertas y con ellas mi deseo de salir huyendo de la experiencia que estoy a punto de vivir. En el centro de la nave, se ubica una azafata, mostrando las reglas de seguridad. Habla de un chaleco salvavidas, con luces de bengala y todo, como que de Quito a Cuenca, fuésemos a atravesar un océano, un mar, una laguna, lago o charco. Por mi parte, miro hacia la audiencia de la señorita y concluyo que soy la única que le presta algo de atención.
Despega la nave y comienzan mis temores "infundados". La "bestia", se comienza a mover, como si se resistiera a abandonar la tierra, el suelo que la vio nacer en algún galpón mecánico de alta tecnología. Mil ideas se me vienen a la mente, como si estuviera "recogiendo los pasos" de manera adelantada. Como por arte de magia, mis rodillas empiezan a temblar, "quietas" les digo y me las sostengo tratando de parar ese extraño movimiento que me viene de vez en cuando mientras "vuelo". "Rodillas, no me hagan quedar mal con el vecino de alado que lo puede notar" señalo en mi interior. Mientras las tapo con una revista, regreso a ver a mi compañero de asiento, y noto que cualquier esfuerzo por evitar que mire mis rodillas, ya es demasiado tarde. Sonrío y enseguida volteo mi mirada hacia la ventana apretando bien mis ojos para no ver hacia afuera.
Mi mirada está clavada en la señal del cinturón, con la gran esperanza de que se apague pronto, cuando lo hace, según yo, es una muestra de que todo estará bien.
De pronto, anuncian "zona de turbulencia", y con esto, una gran turbulencia de nervios se adueña de mi. Con el anuncio, juro que otras personas estarán pasando por lo mismo que yo. Comienzo a buscar miradas de solidaridad y nada, "ni modo, estoy sola en esto", me digo, indolentes insensibles, seres de duro corazón. Como duele el sufrimiento cuando no es compartido. "Miedo no compartido, se multiplica" (buena la frase, me la acabo de inventar).
Miro hacia atrás, muy disimuladamente, y el caballero del medio duerme plácidamente; la señora junto a éste, lee el periódico, frunce el ceño a ratos, "aja, le pasa lo mismo que a mi, también tiene miedo" pienso, pero luego veo el título de la noticia, "preocupación por el nuevo código laboral", simplemente no era miedo al avión, era miedo a los sindicatos que se nos vienen. En fin, sigo sola en esto.
Regreso a ver a la tripulación, cualquier gesto o lenguaje corporal de ellos me dirá si algo anda mal. Nada, todo sigue bien. Qué bueno. Respiro profundo y concluyo en que mismo soy yo la del problema. Me doy golpes de pecho y me acuso por mi falta de valentía. Miro el reloj con la esperanza de que haya pasado la media hora, pero nada, apenas han sido 5 minutos de lo que despegamos.
Volteo a ver a mi compañero de asiento, un señor de unos 50 años aproximadamente, le sonrío nuevamente buscando algo de compasión de su parte. De pronto, la nave tiene un breve remesón. Me lanzo y abrazo al caballero de alado; "perdón señor, es que tengo apenas un poquito de pánico a volar". El hombre me responde con un "faltaba más, siga nomás con toda confianza, para eso estamos". Retiro mi brazo del suyo y me deshago en disculpas, sonrojada por cierto y a mi edad!; vuelvo a mirar el reloj y ya falta poco para aterrizar.
Me sujeto al cinturón del asiento, cierro la mesita antes de que me lo ordenen, rezo 10 padres nuestros, 15 ave marías, la Magnífica, y me encomiendo al santo del día; Ofrezco poner velas en las iglesias de las 7 cruces de Quito; me arrepiento por todos los pecados cometidos, respiro profundo y por fin, llegamos al destino final.
"Gracias mi Dios y al santo del día" exclamo. "Se siente bien?" me pregunta mi compañero de banca, yo le respondo "Estoy mejor que nunca, sólo que con 10 años menos". "Que bueno que el viaje le rejuvenezca mi señora". Se despide con un "nos vemos" (nunca dijo donde) "que tenga una feliz estadía", yo sólo le respondo con una sonrisa. Se acabó mi tormento, comienzo a pensar en el vuelo de retorno..
En esta ocasión, cuando digo "volar", me refiero a subir a lo alto del cielo, meterse entre las nubes, ver el mundo hacia abajo, muy pequeño e inalcanzable y todo esto, sujeta a un minúsculo asiento de una poderosa nave, no importa si es pequeña o grande, más conocida como avión.
Que tengo que viajar me anuncian, y la verdad, lo hago con cierta frecuencia, sea dentro o fuera del país. No niego que me gusta hacerlo, pues es la oportunidad de conocer nuevos lugares; me relaciono con otras personas y aprendo mucho de cada cosa o contacto nuevo.
El pensar en el destino final de cada viaje me agrada, mas no en el cómo llegaré al lugar deseado. Esta vez, que viajaré a Cuenca me dicen, yo esbozo una sonrisa y exclamo "está bien, perfecto". Tan pronto lo hago, siento un escalofrío en mi ombligo, que me recuerda que subiré a esa nave de acero, de puertas herméticamente cerradas, de cinturones apretados, de obediencia absoluta hacia un capitán que no conozco y que me transporta a un mundo de miedos "infundados", me dicen todos, especialmente, los entendidos en la materia.
Llego el momento, estoy en la sala de espera; paso revista a quienes serán mis compañeros de aventura. Una voz con cierta sensualidad indica "pasajeros con destino a ......favor abordar el avión por la puerta número 4". "Pasajeros con necesidades especiales........", qué ganas de decir que yo soy una de ellas, pues todos están tranquilos y yo sufriendo a morir.
Subo al avión, llego al marco de la puerta de la nave y la acaricio suavemente: "portaraste bien pájaro de lata, verás que transportas a mi vida entera", le expreso entre mis adentros. Me recibe un señor, muy elegante y encorbatado, y sin chaqueta, "Bienvenida señora", me dice con una sonrisa de oreja a oreja. "Que pasta del chico, cuanta indiferencia ante lo que se nos viene", pienso mientras le contesto con otra sonrisa.
Ansiosa busco mi asiento, verifico bien el número, no vaya a hacer que luego alguien me lo arrebate, sentándose sobre mis piernas, aduciendo que fui yo la que se equivocó, ya me pasó alguna vez.
Me acomodo e inmediatamente, aseguro mi cinturón. Van poco a poco ingresando los pasajeros y en sus ojos y gestos, detecto una enorme e insensible calma, al menos en cuanto a "volar" se refiere.
Se cierran las puertas y con ellas mi deseo de salir huyendo de la experiencia que estoy a punto de vivir. En el centro de la nave, se ubica una azafata, mostrando las reglas de seguridad. Habla de un chaleco salvavidas, con luces de bengala y todo, como que de Quito a Cuenca, fuésemos a atravesar un océano, un mar, una laguna, lago o charco. Por mi parte, miro hacia la audiencia de la señorita y concluyo que soy la única que le presta algo de atención.
Despega la nave y comienzan mis temores "infundados". La "bestia", se comienza a mover, como si se resistiera a abandonar la tierra, el suelo que la vio nacer en algún galpón mecánico de alta tecnología. Mil ideas se me vienen a la mente, como si estuviera "recogiendo los pasos" de manera adelantada. Como por arte de magia, mis rodillas empiezan a temblar, "quietas" les digo y me las sostengo tratando de parar ese extraño movimiento que me viene de vez en cuando mientras "vuelo". "Rodillas, no me hagan quedar mal con el vecino de alado que lo puede notar" señalo en mi interior. Mientras las tapo con una revista, regreso a ver a mi compañero de asiento, y noto que cualquier esfuerzo por evitar que mire mis rodillas, ya es demasiado tarde. Sonrío y enseguida volteo mi mirada hacia la ventana apretando bien mis ojos para no ver hacia afuera.
Mi mirada está clavada en la señal del cinturón, con la gran esperanza de que se apague pronto, cuando lo hace, según yo, es una muestra de que todo estará bien.
De pronto, anuncian "zona de turbulencia", y con esto, una gran turbulencia de nervios se adueña de mi. Con el anuncio, juro que otras personas estarán pasando por lo mismo que yo. Comienzo a buscar miradas de solidaridad y nada, "ni modo, estoy sola en esto", me digo, indolentes insensibles, seres de duro corazón. Como duele el sufrimiento cuando no es compartido. "Miedo no compartido, se multiplica" (buena la frase, me la acabo de inventar).
Miro hacia atrás, muy disimuladamente, y el caballero del medio duerme plácidamente; la señora junto a éste, lee el periódico, frunce el ceño a ratos, "aja, le pasa lo mismo que a mi, también tiene miedo" pienso, pero luego veo el título de la noticia, "preocupación por el nuevo código laboral", simplemente no era miedo al avión, era miedo a los sindicatos que se nos vienen. En fin, sigo sola en esto.
Regreso a ver a la tripulación, cualquier gesto o lenguaje corporal de ellos me dirá si algo anda mal. Nada, todo sigue bien. Qué bueno. Respiro profundo y concluyo en que mismo soy yo la del problema. Me doy golpes de pecho y me acuso por mi falta de valentía. Miro el reloj con la esperanza de que haya pasado la media hora, pero nada, apenas han sido 5 minutos de lo que despegamos.
Volteo a ver a mi compañero de asiento, un señor de unos 50 años aproximadamente, le sonrío nuevamente buscando algo de compasión de su parte. De pronto, la nave tiene un breve remesón. Me lanzo y abrazo al caballero de alado; "perdón señor, es que tengo apenas un poquito de pánico a volar". El hombre me responde con un "faltaba más, siga nomás con toda confianza, para eso estamos". Retiro mi brazo del suyo y me deshago en disculpas, sonrojada por cierto y a mi edad!; vuelvo a mirar el reloj y ya falta poco para aterrizar.
Me sujeto al cinturón del asiento, cierro la mesita antes de que me lo ordenen, rezo 10 padres nuestros, 15 ave marías, la Magnífica, y me encomiendo al santo del día; Ofrezco poner velas en las iglesias de las 7 cruces de Quito; me arrepiento por todos los pecados cometidos, respiro profundo y por fin, llegamos al destino final.
"Gracias mi Dios y al santo del día" exclamo. "Se siente bien?" me pregunta mi compañero de banca, yo le respondo "Estoy mejor que nunca, sólo que con 10 años menos". "Que bueno que el viaje le rejuvenezca mi señora". Se despide con un "nos vemos" (nunca dijo donde) "que tenga una feliz estadía", yo sólo le respondo con una sonrisa. Se acabó mi tormento, comienzo a pensar en el vuelo de retorno..
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