FUE
LA MEJOR DECISIÓN, PARA ELLA NO HABRÁ NADIE MEJOR, NI MÁS QUERIDO QUE NOSOTROS
Un sábado
de octubre de hace un año atrás, como a eso de las 8h30 de la mañana, entré a su cuarto, y parecía que se había
quedado nuevamente dormido.
Me acerqué con el deseo de
depositar un beso en su frente, pero no quise despertarlo. Note entonces, que una lágrima corría por su
mejilla. “Está despierto, lo sé, no se
me haga el dormido”, le dije. Abrió uno
de sus ojos y me quedó mirando, volvió a
acomodarse y se tapó el rostro con la cobija.
“Sé que está despierto”, insistí.
“¿qué pasa?” pregunté. “Mamita,
él era como mi hermano, en las tardes, cuando regresaba del colegio,
encontrándome sólo en casa, él se acercaba, se acurrucaba a mi lado, y luego,
hasta que ustedes lleguen, algunas veces algo tarde, él era mi compañero. Cuantas historias le conté, cuántas anécdotas
las viví con él, la soledad y el silencio de la casa, se inundaban de ruido,
con nuestras conversaciones; él no necesitaba hablar, yo sabía que todo lo que
le decía, me entendía, y más que eso, él me comprendía. A veces, me sentía frustrado, otras contento por algo, otras triste; tantas
cosas, las vivimos juntos. Con sólo
mirarme, él alegraba mis días, a veces algo nublados. Cuando llegó a casa, yo tenía apenas 3 años,
y crecimos y maduramos juntos. Él lo
hizo más pronto, mucho más rápido de lo que yo me hubiese imaginado. El tiempo voló y apenas me di cuenta; sólo lo hice cuando el doctor anunció, que mi
“hermanito”, se había vuelto viejo. Que
los años, habían dejado una huella dañina en su cuerpo, y que se encontraba
enfermo, con muy pocas probabilidades de que siga presente a nuestro lado. Nunca comprendí del todo, lo que me quiso
decir, o quizás, no lo quise hacer.
Llegó el momento, mamita, y lo dejamos partir. ¿Por qué los seres queridos nos dejan?. Será que ahora, mi hermano está junto a
quienes, también nos dejaron en algún momento?.
Es duro, me hace una falta inmensa, él era el Astro de mis días de
soledad, y ésta se disipaba, cuando salía a recibirme, moviendo su cola,
tirando sus orejas hacia atrás, y lamiendo mi
mano, como un beso de saludo en cada encuentro. Ya no está, y me duele su ausencia, eso es
todo. Quiero dormir un poco más, cierra
la puerta”.
Eran las 10h30, alguien
anunció “Están en el Centro Comercial, lo hacen cada primer domingo de mes, se
instalan con esas criaturas maravillosas, que se encuentran a la espera de que
alguna mano bondadosa, pose sobre ellos una caricia, quizás ese halago que por mucho tiempo, tal vez años, han estado
esperando y, sobretodo, la oportunidad de volverse parte de un nuevo hogar. Ellos están por allá, con la esperanza de
rehacer su vida, de encontrar a sus verdaderos hermanos y padres; aquellos quienes, en su destino, están también
esperando ser rescatados de la soledad, de la tristeza o de la simple e
indiferente rutina”.
Entré a su cuarto, “vamos, a
levantarse que tenemos que salir volando, antes de que ellos se vayan. Esta es nuestra oportunidad y también lo es
para un ser especial, que ahora mismo está esperando por nosotros”, le señalé. “A dónde me llevas mamita, me respondió”. “usted no pregunte, sólo vístase y me
acompaña”, le contesté. Nos alistamos
todos, nos pusimos en “buena pinta”, y como si fuésemos a un evento muy
esperado, y con gran expectativa, nos enrumbamos en familia a un viaje en auto,
muy corto, hacia aquel centro comercial, en el cual, sabíamos que nos esperaban
sin saberlo, ellos.
Llegamos, el cuadro era muy
tierno, a la vez alegre, al mismo tiempo triste. Cuantos de ellos fueron abandonados, cuantos
de aquellos, habrán deambulado por las calles buscando un pan, un poco de agua,
a cuantos los habrán pateado y mal tratado.
Todos se merecían una oportunidad.
Sólo uno, habría de robarse nuestro corazón.
Mi hijo se arrimó a una
camioneta, y miraba con atención a unos pequeños cachorros, mientras a su
costado, una perrita de mediana estatura, levantaba su pata derecha y comenzaba
con ella a acariciar la pierna de mi
hijo. Éste, aún no se percataba del suceso, cuando al sentir el roce insistente
de una patita, se agachó, acarició la cabeza de la perrita, ya no era un
cachorro, y por no serlo, mucha gente se negaba cada domingo a llevársela
consigo, aduciendo que siempre será mejor, nos decían, el llevarse a un
pequeño, al cual se lo pueda educar. Nos comentaron que cada domingo era igual
al anterior con ella. La gente la veía,
la saludaba, pero siempre terminaban llevándose, si había suerte, a los más
pequeños.
Mi corazón latió más fuerte
y una inmensa emoción me recorrió el alma, la miré, ella también lo hizo. Sus orejitas hacia atrás, y sus ojos casi
suplicantes, me dijeron que ella sería la escogida. Sin pronunciar palabra alguna, miré a mi
hijo, él con los ojos iluminados, repletos de esperanza, observaba cada
movimiento de la perrita. “la quiero a
ésta, ella me saludo y con sus ojos me
dice que será nuestra, para siempre”.
“’Seguro?”, le pregunté, esperando que su respuesta fuera
afirmativa. Miré a mi esposo, él no
dejaba de ver a la perrita. “¿Están
seguros?”, volví a preguntar. “Completamente mamita”, respondió mi hijo. “como se llama?”, pregunté, “le pusimos de
nombre Kity”, la encontramos en la calle, con sus cachorros en la vereda, una
fría noche de Quito. Ellos ya fueron a dar
a otros hogares, no fue difícil. Kity
sufrió un poco, pero ahora, ella está lista para ser adoptada” contestó una
señorita. Que era “toda una dama”, nos
dijeron, “jamás se arrepentirán de haberle dado una oportunidad”. La perrita nos miraba algo asustada, temerosa,
de rato en rato, movía su colita, como
señal de afirmación y confirmación de lo que aquella señorita nos iba
comentando. “Perfecto”, le contestamos, “nos
la llevamos”.
A la semana siguiente de
haberla adoptado, la llevamos a una peluquería.
Recuerdo como ella se resistía a subirse al auto, no quería salir de
casa, peor entrar a aquella peluquería.
Era como si asumiera que la íbamos a devolver a su albergue, anterior
hogar para ella, o quien sabe, hasta pensaría en que la íbamos a
abandonar.
Cuando la fuimos a retirar,
ya acicalada y guapa, su emoción era gigante.
Llegó a casa y corría de un lado a otro, como reconociendo el terreno,
que desde entonces, ella presumiría, sería solo suyo.
Desde entonces, ha pasado un
año. Kity es la alegría del hogar, la
compañera de un perro más viejo que tenemos desde hace casi 10 años, y a quien
Kity mostró total respeto desde su llegada, pese a que el “viejito”, es mucho
más pequeño. Ella nos alegra los días,
junto a Lucas, nuestro perro viejo. Se
acomoda a la entrada de la puerta de vidrio, en el espacio de la cocina en el
cual, solemos desayunar. Ella es cariñosa, alegre, educada, respetuosa, no en
vano, aquella persona del albergue, nos
decía que es toda una “dama”.
Qué maravillosa experiencia
para todos; para mi hijo, sin olvidar a
su “hermanito Astro”, así se llamaba nuestro “Golden retriever” de 11 años, que partió al cielo de los perros, fue un enorme consuelo. Juega y conversa con ella, le acaricia y
halaga, yo le llamo a ratos “dama”, pues cruza las patas, cuando se sienta a
nuestro costado, con una elegancia, que ni la mejor de las perritas con pedigrí
y chip de identidad de la “alta alcurnia” canina, podría demostrar.
Somos felices con ella. Cada vez que la veo correr desde el jardín, hasta
la puerta de vidrio, acompañada de nuestro “viejito”, le saludamos, le
dirigimos la palabra; ella nos mira, mueve su cola, le brillan los ojos y
sabemos a ciencia cierta, muy cierta, que para ella, no habrá nadie mejor, ni
más querido que nosotros. Definitivamente,
fue la mejor decisión!.
NUESTRA PRECIOSA KITTY, ADOPTADA
(aunque lleve nombre de gato, así llegó a nuestras vidas!)
Nuestro adorado y dorado ASTRO, que en paz descanse en
el Cielo de los Perros!
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